Al final se ha impuesto la cruda realidad: no son buenos tiempos para la lírica, así que el Corredor Navarro de Alta Velocidad, Zaragoza-Pamplona-Vitoria, se ha quedado en Naparchuchú. La pena es que no pasa por Zugarramurdi, porque igual hubiéramos podido rescatar unas brujillas que amenizaran el trayecto con unos leves toques de escoba y el regalo de globos multicolores.
Los aproximadamente 215 kilómetros de Alta Velocidad se quedan en 70, de Castejón a Pamplona. Los 145 restantes, Zaragoza-Castejón y Pamplona-Vitoria, serán lo que llaman de “tercer hilo” o “tercer carril”, que se trata de una vía que permite la circulación de trenes de ancho internacional, a unos 200 kilómetros por hora frente a los 300 del TAV.
Ahora, lo que cabe preguntarse es si tiene sentido hacer esos 70 kilómetros de alta velocidad, o si no sería mejor que todo el trayecto fuera de tercer hilo, o simplemente esperar a que escampe y entonces afrontar un proyecto completo con garantías. Una vez hecho el ridículo, no tiene sentido mantenerse erre que erre por simple tozudez. Tampoco es cuestión de ejercer de navarro duro de mollera, sino más bien pensar con la susodicha, hacer las cosas con sentido común y regocijarse del ahorro que puede suponer replantearse este asunto.
El dinero del TAV para la sanidad… y para la educación… y para la dependencia… prioridades, que ya vendrán tiempos mejores.
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