viernes, 17 de mayo de 2013

Esepeadas 23.0: La lucha continúa

Allá por el año 2007, con el estallido de la burbuja inmobiliaria y el escándalo de las hipotecas de alto riesgo, el sistema financiero estadounidense acusa una profunda crisis de liquidez que acaba contagiándose más allá de su territorio y, como no podía ser de otra forma, contamina también a la economía española.

 
La falta de fondos y la desconfianza, traspasa las fronteras financieras y va engullendo todo un sistema económico y todo un modo de vida: bancos en quiebra, cierre de empresas, desempleo, desahucios, impagos, el consumo se desmorona, la inversión empresarial desaparece, el déficit de los Estados se dispara…

Los poderes económicos y políticos se decantan enseguida por el rescate a la banca y la austeridad en las administraciones: medidas de contención del gasto, subidas de tasas e impuestos, privatizaciones y recortes en las prestaciones y servicios, reformas que eliminan derechos y endurecen las condiciones de los ciudadanos…

Medidas que, en general, acaban por destrozar y pulverizar el estado del bienestar. Medidas que, lejos de paliar los efectos de la crisis, los agravan, empeorando todavía más la situación.

Qué decir de sus cifras, catalogaciones, previsiones, indicadores. Primero fueron las agencias de calificación de solvencia, aquellas AAA, AAB, etc. que luego pasaron a mejor vida. Luego fue la prima de riesgo la que nos amargó la existencia hasta que desapareció del mapa. ¿Y el PIB, IPC, déficit, etc., etc.? Nunca han acertado ni una. ¿Cómo puede ser que alguien que no acierta ni una sola previsión en varios años permanezca en su puesto y no se le caiga la cara de vergüenza? La duda es si son inútiles o mentirosos.

Por si fuera poco, empiezan a aparecer por doquier casos de despilfarro y corrupción entre banqueros, políticos y empresarios, que van alimentando todavía más la indignación de los ciudadanos de a pié. Indignación que va subiendo enteros conforme la ciudadanía asiste anonadada a la falta de ética de los culpables y a la complacencia y tolerancia de la justicia.

Una ciudadanía a la que obligan a pagar los platos que otros han roto, que comprueba cómo se convierte en la solución de un país podrido infestado de corruptos.

Una ciudadanía a la que ya no protegen las leyes ni los jueces, a la que ya no amparan los representantes políticos por ellos elegidos.

Una ciudadanía a la que se arrincona, se desatiende, se margina, se exprime hasta la extenuación.

Una ciudadanía que, tímidamente, parece querer reaccionar: manifestaciones, concentraciones, movimientos sociales, iniciativas espontáneas, rebeldía, insubordinación, orgullo, sentimiento de clase…

Un espejismo que pronto se desvanece: tenemos miedo, nos acostumbramos a las injusticias, nos habituamos a las tropelías, nos resignamos a nuestra suerte.

Así nos quieren, sumisos, obedientes y manejables. Y así nos tienen, dóciles, sometidos y vencidos.

En nuestras manos está reaccionar, recuperar la dignidad, dejarnos oír, que sientan nuestro inconformismo, que pierdan su impunidad.

En nuestras manos está cambiar las cosas, la representación, las políticas, las leyes, recuperar nuestros derechos, las prestaciones sociales y los servicios públicos.

En nuestras manos está nuestro futuro. Lo construimos nosotros o nos lo impondrán.

Función Pública

En 2010 se reducían un 5% nuestros salarios. Desde entonces llevamos ya tres años con el sueldo congelado. El año pasado perdimos otro 7% con el robo de la catorceava paga, la llamada extra de navidad. Una pérdida constante de poder adquisitivo que, probablemente, no recuperemos jamás.

Asimismo hemos sufrido la pérdida de otras prestaciones, algunas también económicas, otras que merman nuestras condiciones laborales.

También, por el hecho de ser funcionarios o empleados públicos, hemos padecido el brutal ataque de la prensa, con el beneplácito y complacencia de nuestros dirigentes. Arengas que han llegado a calar y nos han puesto en el punto de mira de la opinión pública: vagos y vitalicios, zánganos privilegiados, el pesado lastre que pone en peligro la estabilidad económica de Navarra…

Imaginaos cómo estamos los que, además de empleados públicos, somos sindicalistas. Taza y media. Doble ración.

Tampoco nos escapamos a las medidas generales, porque además de empleados públicos somos ciudadanos: subidas de impuestos, IVA, IRPF, tasas, repagos, medicamentazo, pérdida de prestaciones sociales, deterioro de la calidad de la enseñanza y la sanidad…

Siguiendo por la senda de los recortes, hemos visto desaparecer las Ofertas Públicas de Empleo y las Tasas de Reposición. Ni se crean plazas, ni se consolidad contratos, ni se sustituyen vacantes, bajas y jubilaciones.

Según sus propias cifras, en el 2010, el número de empleados del Gobierno de Navarra era de 25.000, y en marzo de 2013 es de 23.400, 1.600 puestos de trabajo perdidos. Eso sí, la eventualidad ha bajado del 32% al 29%, pero no por la consolidación de empleo sino por su destrucción. El mayor ERE encubierto de toda Navarra.

No debemos bajar la guardia. No podemos permitirnos el lujo de desfallecer.

¡¡¡PARTICIPA ACTIVAMENTE!!!

¡¡¡CONSTRUYE TU FUTURO!!!

Pamplona, 14 de Mayo de 2013.
LA JUNTA DIRECTIVA DEL S.P.A.

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