lunes, 30 de junio de 2014

Conjugando el verbo defraudar

El Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas está intentando concienciarnos con una campaña televisiva sobre la necesidad de pagar impuestos para tener hospitales, colegios, carreteras, etc., y que dejemos de lado los malos hábitos de no declarar, pagar sin iva y otros artificios, que van más allá de la picaresca y constituyen un delito penal. Hasta aquí todo perfecto. Sin embargo, lo que llama la atención es que parece que el único que defrauda es el ciudadano de a pie.


Es de risa ver el telediario y que, entre los casos Nóos, el Pokémon gallego, el Gürtel pepero, los Eres de Andalucía, el Marsans y las indemnizaciones a los banqueros, te metan un anuncio de esos de “hay pillín, pillín, que no pidas facturas sin iva”.

¿Qué pasa, que para la casta no hay consejitos? ¿No hay lecciones morales para la legión de corruptos de este país? ¿No hay sensibilización para políticos, empresarios y banqueros?

Y no nos olvidemos que hay cosas que pueden no ser delito, pero moralmente no tienen desperdicio: las dietas de la CAN, las Sicavs de los europarlamentarios, los viajes en primera clase, las prebendas y puestazos para amigos y familiares, el Senado, los aeropuertos desiertos, los sueldos y primas de los futbolistas…

¿Pero el esfuerzo no teníamos que hacerlo todos? ¿O es que con esa otra pasta que se derrocha a manos llenas no se pueden hacer carreteras, colegios y hospitales? ¿Yo defraudo, tu defraudas, pero ellos no defraudan?


Al final, los únicos que vamos a la cárcel somos los de a pie, mientras que los que pueden pagarse las tasas, abogados de prestigio y tienen poder e influencia, campan a sus anchas. Hay que cambiarle la venda a la justicia, porque está bastante desgastada y transparenta. Siempre que todavía quede guita en la sanidad pública para comprar apósitos, claro.

Publicada en el Diario de Navarra del 30.06.2014

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