lunes, 24 de junio de 2013

El tiempo aclara las cosas

Nunca nos pondremos de acuerdo en afirmar de qué han servido todas y cada una de las medidas que se han tomado y se seguirán tomando durante la crisis que estamos padeciendo. Habrá opiniones para todos los gustos, pero el tiempo aclara las cosas y nosotros las tenemos ya muy claras: no se han conseguido minimizar los efectos de la crisis, porque no era esa su finalidad, sino acabar con las clases medias, abrir más la brecha entre unos y otros, fortalecer los poderes fácticos económicos en detrimento del bienestar de la sociedad y dilapidar los servicios públicos dejándolos en manos del sector privado.

 
Lo que está claro es que hemos rescatado a la banca con 41.300 millones de euros de los 100.000 millones de euros que ofreció el Eurogrupo para la reestructuración de las entidades con problemas. Que el Instituto de Crédito Oficial (ICO), la agencia financiera del Estado que es una entidad pública empresarial, ha puesto a disposición de la banca 20.000 millones de euros para líneas de préstamo para las pymes con riesgo compartido, y que las entidades bancarias no están por la labor. Así que, si los bancos no quieren colaborar en la recuperación económica del país sino salvarse de la quema para poder seguir ganando dinero a espuertas en el futuro, que alguien nos explique para qué los queremos y por qué no podemos prescindir de estos ruines y mezquinos usureros.

Un ejemplo que certifica esta situación es una noticia aparecida estos días: más de la mitad de las VPO promovidas en Navarra en el último año, han quedado sin adjudicar. Pero no nos confundamos en las causas. Son los bancos los culpables.

Son los mismos delincuentes que hace tan sólo unos años daban préstamos a diestro y siniestro, de hasta el 150% del valor de una vivienda, para que de paso la amuebláramos, nos compráramos coche y nos fuéramos a las mejores vacaciones de nuestra vida; los mismos que luego cerraron el grifo a empresas y particulares; los mismos que se quedaban después con nuestros pisos impagados y desahuciaban a los más vulnerables; los mismos a los que hemos tenido que rescatar con dinero de todos; ellos son ahora los que no nos dan ni un duro para poder comprar pisos de protección oficial, para poder montar un pequeño negocio, para fomentar el emprendimiento, para incentivar el consumo, para favorecer las inversiones de nuestras empresas y conseguir mayor competitividad; los mismos que cobraban cantidades ingentes llenándose sus bolsillos mientras llevaban a la ruina a empresas y particulares; los que acaparan las páginas de la prensa diaria; los que deberían abarrotar las cárceles que nunca pisarán; los que siguen viviendo a papo de rey a pesar de estar de mierda hasta las trancas; los que se mofan de nuestra docilidad y sumisión.

Y ahí está la raíz del problema, en nuestra docilidad y sumisión. Si no somos capaces de dejar atrás nuestra mansedumbre, de mostrar un atisbo de rebeldía, de enseñar los dientes y afilarnos las uñas, de luchar como lo hicieron nuestros mayores para conseguir lo que ahora nos estamos dejando arrebatar, seguiremos siendo presa fácil para la panda de carroñeros que nos rodea: los que aún siguen aconsejando flexibilizar más el despido, los que critican los días de permiso por defunción, los que aún pretender moderar y rebajar los salarios, reducir las pensiones, disminuir las prestaciones sociales, encarecer y privatizar los servicios públicos, desmantelar la educación para crear borregos y peleles que manejar a su antojo.

Tendremos que elegir cuál queremos que sea nuestro futuro. Y pelear por él.

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