jueves, 29 de noviembre de 2012

Ahorros de sentido común

En la Sesión de Gobierno de ayer, se aprobaron diversas medidas de ahorro en los desplazamientos y gastos de viaje del personal: obligación de emplear transporte público, adquirir billetes de clase turista, anticipar compras y utilizar internet para conseguir precios competitivos, analizar varias ofertas por el mismo servicio, restringir el uso del taxi, comidas por un máximo de 20,00 €, limitar los viajes en beneficio de las videoconferencias y otras formas tecnológicas, y la puesta en servicio de una central para alojamientos con precios pactados. Puro sentido común.



 
Medidas que deberían valer lo mismo para una época de vacas flacas que para otras de vacas bien cebadas, pero que deberían hacerse extensivas a todo el personal sin ninguna excepción, empezando por la propia Presidenta, y que, por ende, también deberían cumplirse a la hora de subvencionar gastos de funcionamiento de empresas públicas, fundaciones y todo tipo de satélites similares pilotados por familiares, amiguetes, políticos jubiletas y estómagos agradecidos. ¡Ah!, y también al sector privado, al que tampoco se debe subvencionar semejantes dispendios. Nuevamente, puro sentido común.

También deberían acabarse los cursos del IESE, de dirección, de idiomas, etc. para los mandos altos y bajos. Si para mi plaza se necesita inglés, yo no puedo presentarme, no valgo; pues si un jefe necesita inglés y no lo tiene, no sirve, y no vale que lo estudie mientras ejerce. ¿Os imagináis que todo el mundo pudiera presentarse a cualquier oposición de cualquier nivel y, si la aprueba, que el Gobierno le pagara después los estudios para conseguir la titulación? La formación es para avanzar en el desempeño de un puesto que evoluciona, no para suplir carencias. Para suplir carencias está la oposición que, si es como debería de ser, pone a cada cual en su sitio. Y los de “a dedo” deberían llevar su bagaje en sus alforjas, pero un bagaje de conocimientos y calidad contrastada, no de parentesco, amistad o afinidad política. ¿Y qué me decís de los viajes por allende los mares? Misiones comerciales, ferias, proyectos europeos, charlas, cursos, jornadas… o lo que es lo mismo, billetes de avión y tren, de hoteles, aparcamientos, taxis, comidas… ¿No deberían también analizarse concienzudamente los beneficios de esas actividades siempre tan sospechosas? Otra vez el sentido común.

Ojalá esto sea sólo el principio y veamos pronto cómo se dejan de utilizar a mansalva los vehículos oficiales, cómo se reduce la estructura jerárquica de la Administración, cómo los organismos autónomos vuelven a los Departamentos y cómo retornan encomiendas privadas al sector público. En definitiva, cómo hacemos una buena limpia de jefes, directores, gerentes, asesores, familiares, amigos, adláteres y acólitos varios. Y que la cosa no acabe ahí. Parlamentarios, Congresistas, Senadores, Secretarios de Estado, Alcaldes, Concejales… ¡Uf! Con toda seguridad, estamos llegando al tópico de que el sentido común no es el más común de los sentidos.


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