jueves, 28 de julio de 2011

La historia se repite


Hace unos días, leyendo el libro “Historia de Roma” de Indro Montanelli, me topé con la descripción de un suceso histórico curioso. Y digo curioso porque puede ser perfectamente extrapolable a la actual situación de crisis que estamos padeciendo. Hay que tener en cuenta que el libro fue escrito en el año 1957 y que, haciendo referencia a la depresión de Wall Street de 1929, la compara con un precedente similar acaecido en Roma hace dos mil años. Este es el interesante relato:

 
La depresión de Wall Street en 1929 tuvo su precedente en Roma cuando Augusto, vuelto de Egipto con el inmenso tesoro de este país en el bolsillo, lo puso en circulación para reanimar el languideciente comercio. Esta política inflacionista lo estimuló, pero también estimuló los precios que subieron a las estrellas hasta que Tiberio interrumpió bruscamente esa espiral resorbiendo la moneda circulante. El que se había endeudado contando con la continuación de la inflación se encontró falto de líquido y corrió a retirarlo de las cajas de ahorros. La de Balbo y de Olio tuvo que hacer frente en un solo día a trescientos millones de obligaciones y cerró las ventanillas. Las industrias y comercios interesados no pudieron pagar a sus proveedores y cerraron también. Cundió el pánico. Todos corrieron a retirar sus depósitos de los Bancos. Hasta el de Máximo y Vibón, que era el más fuerte, no pudo satisfacer todas las demandas y pidió auxilio a la de Pettio. La noticia se difundió en un abrir y cerrar de ojos, y fueron entonces los clientes de Pettio quienes se precipitaron a su Banco con sus libretas impidiéndole el salvamento de sus dos colegas. La interdependencia de las varias economías provinciales y nacionales en el seno del vasto Imperio, quedó demostrada por el simultáneo asalto a los Bancos de Lyon, Alejandría, Cartago y Bizancio. Era claro que una oleada de desconfianza en Roma repercutía inmediatamente en la periferia. También entonces hubo quiebras en cadena y suicidios. Muchas pequeñas propiedades, cargadas de deudas, no pudieron aguardar la nueva cosecha para pagarlas y tuvieron que ser vendidas, en provecho de los latifundios que estaban en condiciones de resistir. Volvieron a florecer los usureros que con la difusión de los Bancos habían mermado. Los precios se derrumbaron espantosamente. Y Tiberio tuvo al fin que rendirse a la idea de que la deflación no es más sana que la inflación. Con muchos suspiros distribuyó cien mil millones a los Bancos para que volviesen a ponerlos en circulación, con orden de prestarlos por tres años sin intereses.

El hecho de que bastó esta medida para revigorizar la economía, descongelar el crédito y devolver la confianza, nos demuestra la importancia de los Bancos, es decir, cuan sustancialmente capitalista era el régimen imperial romano.

El texto demuestra lo poco que hemos aprendido en dos mil años. O nada. Porque hasta Tiberio, cuando soltó la pasta a los Bancos, lo hizo con la orden de ponerlo inmediatamente en circulación en forma de préstamos. Aquí lo regalamos sin condiciones, y va a parar a los “bonus” de los altos cargos de las entidades bancarias en lugar de al ciudadano, pymes y empresas en general. País de pandereta.

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