martes, 30 de julio de 2013

La CPEN y la teta del Gobierno

De todos es conocido que las Empresas Públicas no arrastran su mejor momento. Con las vacas gordas, además de instrumentos para saltarse normas, eran prácticamente agencias gubernamentales de colocación de amiguetes, ETT’s a la carta de estómagos agradecidos y el Plan de Pensiones en Activo de Altos Cargos venidos a menos. Pero llegó la crisis y, con ella, había que hacer un lifting a las vacas que, de tan gordas, amenazaban con estallarnos en las manos.


 
Así que, para salvar un poco los muebles, mientras los tajos sangrantes, los de verdad, los sufríamos la mayoría, remoloneando, remoloneando, también había que meterles mano a las Empresas Públicas. Estaba claro que, de nuevo, esos tajos los iban a sufrir los currelas, pero que también algún chupóptero dietoadicto tendría que sufrir las consecuencias, así que se inventó la Corporación Pública Empresarial de Navarra (CPEN), para que, como la otra Corporación, la Dermoestética, le hiciera un apaño de chapa y pintura a la tan lustrosa Administración Paralela.

Poco a poco se ha ido sabiendo que las empresas públicas se nutrían fundamentalmente de ingresos del Gobierno de Navarra, del trasvase de funciones de la Administración a través de encomiendas injustificadas, encomiendas que no podían acometer sin subcontratar más de la mitad de sus trabajos por falta de recursos técnicos y humanos, y que, con las vacas flacas, esas encomiendas y, por lo tanto, esos ingresos, se han reducido significativamente como consecuencia de los recortes presupuestarios.

Una de esas empresas, TRACASA, que según la Cámara de Comptos se financiaba en un 71% de la teta del Gobierno, en aquellos años gloriosos, levantó un edificio muy por encima de sus necesidades, despilfarrando dinero público financiado a través del Plan Navarra 2012. Un edificio de 19.600 m2 construidos, con un coste de 16,5 millones de euros, del que únicamente utilizaba un tercio, porque los otros dos tercios estaban en alquiler (una empresa filial, una pública y otra privada).

Resulta que ahora, con la crisis, se le está quedando vacío el edificio, así que, además de la merma de ingresos de la teta gubernamental, se le está empezando a secar otra, la de los alquileres. Más vale que la CPEN, siempre al rescate, ha tenido otra de sus soluciones ocurrentes e imaginativas para cuadrar sus cuentas: ordeñar otra teta distinta pero de la misma vaca; trasladar las oficinas de la Dirección General de Gobierno Abierto y Nuevas Tecnologías al edificio de Sarriguren, alquiler al canto, y aquí paz y después gloria.

Tantos estudios, idiomas, másteres y sueldos de Altos Cargos, para acabar despidiendo currelas y cobijándose en el árbol del Papá Estado. Esas son las soluciones de los nuevos yuppies nacidos al abrigo de la crisis. Que Dios nos pille confesados.


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