Han saqueado el país de arriba abajo. Con total impunidad. Han acabado con la separación de poderes establecida en la Constitución. Con sus mayorías y connivencias parlamentarias han dictado leyes a su medida y vetado comisiones de investigación. Han copado el poder judicial con sus correligionarios. Y han ejecutado a su antojo sus chanchullos y trapicheos. Se culpan unos a otros de sus fechorías, y unos a otros se las encubren y condonan, hoy por ti mañana por mí.
Y ahora, haciendo gala de su avaricia, quieren exprimirnos al máximo. Todavía quieren más. Auténticos psicópatas del poder y del dinero. No les tiembla el pulso. No se sonrojan cuando lanzan sus mentiras a los cuatro vientos. Ni un tic nervioso que delate su cinismo. Ni una mueca que revele su insolencia. Ni una gota de sudor frío que evidencie sus artimañas.
Aunque últimamente se atisba algo de nerviosismo y se les ha escapado un “que se jodan” que da buena muestra de sus impúdicas intenciones. Un desliz malinterpretado según ellos, una máxima inaceptable para el resto de los mortales. Pelillos a la mar, como siempre.
Nos han enseñado nuevas palabras y giros de lenguaje para encubrir sus tejemanejes. La “crisis” ahora se llama “desaceleración transitoria”, los “recortes” son “ajustes y reformas estructurales”, el “rescate” es una “línea de crédito sin contraprestaciones”, verborrea de charlatanes, palabrería de embusteros.
Cada vez nos parecemos más a la sociedad mitológica griega: el hombre como marioneta de los caprichos de un puñado de Dioses del Olimpo, que hacen y deshacen a su antojo, que juegan con nosotros en un perverso tablero de ajedrez.
En nuestra Navarra Foral se les llena la boca de “comunidad diferenciada”, de “unión equae principal”, de “autogobierno”, de “competencias básicas y esenciales”, y no dejamos de ser un patético ombligo del mundo que ha perdido prácticamente su supuesto libre albedrío en manos de los mercados financieros, cumpliendo escrupulosamente sus dictados.
Como todos, hemos llenado nuestra geografía de infraestructuras sin pies ni cabeza, de forma desenfrenada, envidiosa, en mi pueblo más y mejor: frontones, polideportivos, bibliotecas, auditorios, circuitos, aeropuertos… ¿Para qué hacer caso de estudios de viabilidad? ¿Para qué pedirlos? Yo quiero el más grande, el más bonito, no el más ajustado a mis necesidades y a mis posibilidades, aunque luego no pueda acabarlo, ni dotarlo, ni usarlo, ni mantenerlo.
¿Cómo no vamos a tener nuestro foral tren chuchú para llegar a Madrid quince minutos antes? Aunque no podamos terminarlo, aunque no podamos financiarlo, aunque nadie pueda pagarse el billete, aunque no queden empresas productivas para que transporten sus mercancías. Yo lo hice e inauguro este despilfarro para mi autoestima y orgullo.
Hasta nosotros ha llegado la huella de la grandeza de nuestros antepasados en sus obras colosales. Nosotros dejaremos las nuestras a nuestros hijos como vestigio de nuestro apocalíptico devenir, monumentos de la vergüenza, del dispendio, del latrocinio.
Nadie paga por su nefasta gestión. Nadie paga por el expurgo de las arcas públicas. Nadie paga por el saqueo. Nadie devuelve lo que ha robado. Nadie compensa sus manirrotas inversiones. Nadie tiene responsabilidades, ni políticas, ni económicas, ni judiciales. Atrás quedó el país de pandereta, ahora somos una república bananera.
Nos han aborregado con éxitos deportivos, con programas televisivos aberrantes, con el mínimo esfuerzo para alcanzar el éxito, con héroes de paja, con modelos de pacotilla.
¿Quién es capaz de decir el nombre de diez investigadores españoles, de diez escritores, de diez eminencias, de diez eruditos? ¿Quién es tan tonto para no decirme el nombre de diez futbolistas de élite o de diez famosos de la prensa del corazón?
Nos han adoctrinado con un sinfín de modelos educativos que han dado muestras palpables de su fracaso. Nos hemos creído sus falacias. Han conseguido que nos enfrentemos entre nosotros. La Ley de la Selva, la Ley del más fuerte.
Mientras, ellos conservan escrupulosamente sus privilegios, sus ventajas, sus botines, sus rapiñas, sus bankias, sus asesores, sus agencias de colocación de amiguetes, sus senados, sus impuestos intocables, sus legales malversaciones, sus tramas sin resolver, sus improbados delitos, sus redimidas fechorías.
Mientras, ellos conservan escrupulosamente sus privilegios, sus ventajas, sus botines, sus rapiñas, sus bankias, sus asesores, sus agencias de colocación de amiguetes, sus senados, sus impuestos intocables, sus legales malversaciones, sus tramas sin resolver, sus improbados delitos, sus redimidas fechorías.
Nuestro único delito ha sido caer en la trampa. Quisieron que tocáramos el cielo con las yemas de los dedos, que sintiéramos fugazmente su felicidad. Y lo hicimos. Nos lanzamos sin paracaídas al abismo del consumismo, coche nuevo, casa nueva, vacaciones de lujo, electrónica, móviles, artefactos alienantes… Y no nos dio tiempo a darnos cuenta de que esa era su felicidad pero no la nuestra, de que era un engaño para satisfacer su propio ego y su ambición. Necesitan sentirse fuertes, demostrar su poder, su supremacía, su superioridad.
Han tramado suspicazmente su estratagema. Nos han dejado gastar y comprar para que pensáramos que poseíamos y después poder estrujarnos y llevarnos más allá de donde veníamos.
Y caímos en la trampa. La respuesta la teníamos en nuestra propia cultura, que han hecho suya. En el engorde del cerdo para la matanza. Nos han ido cebando poco a poco para, al final, despellejarnos vivos. Y no caímos en la cuenta. Esa ha sido nuestra culpa, nuestra ingenuidad, el “caramelico” al que no nos negamos, nuestro minuto de gloria.
Lo malo es que continuará la sangría y con ella nuestro calvario, porque nos seguirán exprimiendo, seguirán sacando provecho de nosotros como nuestros abuelos del cerdo… hasta los andares.
Pamplona, 23 de julio de 2012.
LA JUNTA DIRECTIVA DEL S.P.A.
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