Una vez más la Administración nos ha sorprendido con la precipitada implantación de una nueva herramienta informática corporativa: el programa de Gestión de Tiempos y Turnos, el de las nóminas.
Y decimos precipitada porque se ha realizado imperativamente, a pesar de las evidencias que lo desaconsejaban:
- Se hizo caso omiso de las advertencias del personal de Nóminas y de la empresa que ha elaborado la aplicación, que reconocieron que había aspectos que no funcionaban bien y que convendría subsanar.
- Se desestimó la puesta en marcha simultánea con el anterior sistema hasta comprobar la fiabilidad de la herramienta.
- Se ignoró la posibilidad de realizar una prueba piloto en algún centro de pequeña envergadura y su posterior implantación progresiva conforme se fueran depurando los errores.
Pero todos sabemos que los últimos estudios sobre modernización de las Administraciones Públicas “sacaron los colores” a la nuestra y, probablemente, el tiempo y el dinero empleados en su desarrollo tampoco aconsejaban su replanteamiento o la demora en su implantación.
Así que la Administración, dispuesta a “sacar pecho”, decidió hacerlo con una falta total de previsión de las consecuencias, amparada en la impunidad, ya que nunca nadie hace frente a las responsabilidades que conllevan este tipo de actuaciones.
¿Quién es el responsable? ¿La Administración? ¿La consultora que inició el estudio de campo? ¿La empresa pública que coordinó el trabajo? ¿La empresa informática que programó la herramienta? Pelillos a la mar.
Seguramente la responsabilidad recaerá en los trabajadores, reacios al cambio (perdón, ahora se les llama reactivos), a pesar de que ni siquiera han contado con la debida formación sobre el sistema.
Además, más “pelillos a la mar”, la Administración prácticamente no sufre ninguna presión por parte, ni de la opinión pública, ni de las Instituciones “de control”:
- A pesar de “soportar“ algunos artículos de prensa denunciando lo sucedido, la mala percepción que se tiene del funcionariado, agravada por nuestra privilegiada situación de empleo fijo en un momento crítico de inseguridad laboral como el que padecemos, habrá arrancado vítores y ovaciones entre muchos.
- Como si de un pacto entre caballeros se tratara, están “padeciendo” un par de preguntas parlamentarias, sin acritud, que con unas verónicas y algún pase de pecho …, puerta grande.
Pero como decían en los dibujos animados, “no se vayan todavía, aún hay más”.
Los usuarios del programa, principalmente personal administrativo, están obligados, para acceder a la aplicación, a la introducción de su propio NIF y de su número PIN personal.
Como conoceréis, el PIN es el número de identificación que tenemos todos los contribuyentes para nuestra relación con el fisco, no por ser empleados de la Administración sino por esa condición de contribuyentes.
- ¿Por qué para el ejercicio de nuestro trabajo tenemos que utilizar datos personales de tan especial sensibilidad?
- ¿No tenemos cada uno de nosotros, por nuestra condición de empleados públicos, un número de personal que nos identifica en el ámbito laboral?
- ¿Por qué no se utiliza ese número de personal, como siempre se ha hecho, en lugar del NIF y el PIN?
La Administración, textualmente, no ha encontrado, en este proceder, vulneración de ningún precepto legal, asegurando además la seguridad y confidencialidad del sistema.
Pero entonces, ¿por qué al introducir el NIF y el PIN, lo primero que nos muestra el sistema es una advertencia de seguridad, en la que se nos avisa de que estamos enviando la información a un sitio no seguro?
En fin, la Agencia de Protección de Datos, esperemos que con su superior criterio, decidirá lo que estime oportuno, y que Dios nos guarde muchos años.
Otro de los aspectos curiosos del programa es su escasa sociabilidad. A nosotros ya nos ha resultado suficientemente antipático (que se lo pregunten a los que no están cobrando las nóminas), pero es que no es compatible con nada o, como suele decirse, “no se habla con nadie”:
- Tenemos una aplicación informática para la gestión de las vacaciones … pues no se tratan.
- Tenemos un sistema de control de presencias (nuestra querida “ficha”) … pues tampoco se aguantan.
Así que nuestros sufridos compañeros, usuarios del programa, tienen que volver a introducir todos esos datos, que ya están recogidos informáticamente, en el nuevo programa, ¡¡ muy suyo él !!
¿Dónde está el principio fundamental de la informática, el dato único?
Y para rematar la faena, la Administración nos anuncia que se acabó lo de mandar la nómina por correo, que nos busquemos la vida para descargárnosla de internet.
Les da igual que no dispongamos de ordenador o de conexión a Internet, o que no sepamos utilizarlo, o que el sistema no nos permita acceder: el problema nunca es suyo, siempre es nuestro.
¿No sería más lógico que quien no quiera recibirla en papel lo comunicase a Función Pública? ¿Voluntariedad frente a imposición? Qué más quisiéramos.
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